La resurrección de Jesús, para nosotros los
cristianos, es la victoria del amor sobre la raíz del mal; una victoria que
traspasa el sufrimiento y la muerte, que nos abre un camino en nuestras
oscuridades, porque transforma el mal en bien. No es la resurrección una fórmula
mágica que hace desaparecer los problemas, sino que la resurrección es esperanza
de Jesús, que “infunde en el corazón la
certeza de que Dios conduce todo hacia el bien” (Papa
Francisco homilía Vigilia Pascual 2020)
Por lo tanto, la resurrección de Jesús es Buena
Noticia que debemos “contagiar” al mundo, que anda necesitado de esperanza,
ante los desafíos a los que ya se enfrentaba y a los que se añade esta
situación de pandemia que somete a la “familia humana” a una gran prueba.
“Contagiemos esperanza”. Dejemos
que sea Jesús quien triunfe en nuestro corazón y en nuestra vida. Que no triunfe
entre nosotros el miedo y la muerte porque ello nos llevará a seguir viviendo
en la indiferencia, egoísmo, división y olvido.
No es
el tiempo de la indiferencia porque el mundo entero está sufriendo y
tiene que estar unido para afrontar la pandemia.
Sí es el tiempo de mirar a los más débiles del
mundo (pobres, quienes viven en las periferias, prófugos y los que
no tienen un hogar) para que no se sientan solos y no les falte los bienes
de primera necesidad, los medicamentos y la posibilidad de una adecuada
asistencia sanitaria. Se relajen, además, las sanciones internacionales, se
reduzca, o incluso condone, la deuda que pesa en los presupuestos de aquellos
más pobres
No es
el tiempo del egoísmo
porque el desafío que enfrentamos nos une a todos y no hace acepción de
personas.
Sí es el tiempo de la solidaridad que supera rivalidades
del pasado y que nos hacen sentirnos formar parte de una única familia donde nos sostengamos mutuamente.
No es
el tiempo de la división porque Cristo es Paz.
Sí es el tiempo del alto el fuego global e inmediato, de
poner fin a las
guerras, del dialogo que termine con el sufrimiento, con el
terrorismo y la muerte de inocentes.
No es
el tiempo del olvido
porque el Señor de la Vida es cercano.
Sí es el tiempo de no dejar de lado a tantas otras situaciones de emergencia y facilitar la ayuda internacional a la población que sufre a causa de la grave coyuntura política, socio-económica y sanitaria. Dejar de lado y olvidar lleva consigo el sufrimiento de muchas personas: crisis humanitarias, personas refugiadas y desplazadas a causa de guerras, sequías y carestías, migrantes y refugiados (muchos de ellos son niños) que viven en condiciones insoportables.
Sí es el tiempo de no dejar de lado a tantas otras situaciones de emergencia y facilitar la ayuda internacional a la población que sufre a causa de la grave coyuntura política, socio-económica y sanitaria. Dejar de lado y olvidar lleva consigo el sufrimiento de muchas personas: crisis humanitarias, personas refugiadas y desplazadas a causa de guerras, sequías y carestías, migrantes y refugiados (muchos de ellos son niños) que viven en condiciones insoportables.
-Es el momento, para
el cristiano, de sentir que la resurrección de Jesús “nos ha curado y nos ha hecho revivir, que nuestra amargura se ha vuelto
paz” (Isaías 38).
-Es el momento de dar
gracias a Dios porque “nos ha enviado su
luz y su verdad que nos guían hasta su morada” (Salmo 42)
-Es el momento de
contagiar esperanza a nuestra vida y entorno, familia y amigos, así como
aquellos desconocidos y lejanos de nuestro corazón.
-Es el momento de
acercarnos a los más vulnerables, a los enfermos y sus familias, a los ancianos,
a las personas que están solas, a los que han fallecido y las familias que
lloran por la muerte de sus seres queridos, y que en algunos casos ni siquiera
han podido darles el último adiós.
-Es el momento de dar
gracias a quienes trabajan exponiendo sus vidas por cuidar y atender al prójimo
porque nos ofrecen un testimonio vivo. Gracias a quienes garantizan los servicios
esenciales necesarios para la convivencia civil, a las fuerzas del orden y a
los militares. A quienes desde la Iglesia (sacerdotes, religiosos y seglares)
ofrecen consuelo, oración, ayuda y caridad.
-Es el momento de, permaneciendo
en casa, reflexionar, para detener el frenético ritmo de vida, para estar con
los seres queridos y disfrutar de su compañía.
-Para
muchos es momento de preocupación por el futuro que se presenta incierto, por el
trabajo que corre el riesgo de perderse y por las demás consecuencias que la
crisis actual trae consigo.
-Por ello es momento de
animar a quienes tienen responsabilidades políticas a trabajar activamente en
favor del bien común de los ciudadanos, proporcionando los medios e
instrumentos necesarios para permitir que todos puedan tener una vida digna y
favorecer, cuando las circunstancias lo permitan, la reanudación de las
habituales actividades cotidianas.
Las palabras indiferencia, egoísmo, división
y olvido. ¡Queremos suprimirlas para siempre! y contagiar esperanza.
Este artículo
está basado en el mensaje “Urbi et Orbi” pronunciado por el Papa Francisco el
Domingo de Resurrección 12 de abril 2020. Si queréis leer completo el mensaje podéis
hacerlo en este enlace:
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