miércoles, 15 de abril de 2020

LA ESPERANZA DE JESÚS


Tras la “hora oscura” que transcurre entre la muerte de Jesús y el amanecer del primer día de la semana, el Señor se presenta como el autor de la esperanza, y dirigiéndose a las mujeres que habían ido con tristeza a embalsamar su cuerpo, les dice: No temáis, no tengáis miedo. Estas palabras se convierten para ellas, y hoy para nosotros, en el “anuncio de la esperanza”
Nos dice el Papa, en la homilía pronunciada el sábado Santo, que con la resurrección de Jesús hemos recuperado “El derecho a la esperanza, una esperanza nueva, viva, que viene de Dios. Es un don del Cielo, que no podíamos alcanzar por nosotros mismos”

Cuando hablamos de la virtud de la esperanza la podemos confundir con un mero optimismo, una palmadita en la espalda,  unas palabras de ánimo de circunstancia, con una sonrisa pasajera, con un decir “Todo irá bien”… y esto es bueno porque muestra la belleza de nuestra humanidad que intenta que surjan del corazón palabras de ánimo… Pero la esperanza de Jesús va más allá,  la esperanza de la resurrección infunde en el corazón la certeza de que Dios conduce todo hacia el bien.

“Jesús resucitó por nosotros, para llevar vida donde había muerte, para comenzar una nueva historia que había sido clausurada, tapándola con una piedra” Y esta es una de las misiones y retos de los cristianos en el tiempo de Pascua: ser portadores de VIDA, anunciar la esperanza de Jesús en los que nos rodean y en todas las personas que la vida nos ofrece y caminan con nosotros, dentro y fuera de los templos.

Ahora bien, es imposible ofrecer lo que no posees, no puedes esparcir semillas de esperanza si antes no las adquieres. Por ello, te invito a que en esta Pascua, pidas al Señor el don de la esperanza, que no renuncies al amor, que la misericordia ilumine tus oscuridades del corazón, que tus dolores no tapen la claridad de tu confianza en Dios, que la oración y el amor sean las pautas de tu quehacer diario, que realices pequeños gestos de atención, de afecto… Y te pediría que no cedas a la resignación, que no deposites la esperanza bajo una piedra, que no te rindas porque “Dios es fiel”, “Dios es grande”. “Él puede” remover las piedras que sellan el corazón. “Él ilumina” los rincones más oscuros de la vida. Repítete, a modo de mantra que “la muerte no vence a la vida”

“Ánimo, con Dios nada está perdido. Si en el camino eres débil y frágil, si caes, no temas, Dios te tiende la mano y te dice: «Ánimo ».
Él, el Resucitado, es el que nos levanta a nosotros que estamos necesitados.
El valor y el ánimo los puedes recibir como dones. Basta abrir el corazón en la oración, basta levantar un poco esa piedra puesta en la entrada de tu corazón para dejar entrar la luz de Jesús. Basta invitarlo”

Oración: “Ven, Jesús, en medio de mis miedos, y dime también: Ánimo”. Contigo, Señor, seremos probados, pero no turbados. Y, a pesar de la tristeza que podamos albergar, sentiremos que debemos esperar, porque contigo la cruz florece en resurrección, porque Tú estás con nosotros en la oscuridad de nuestras noches, eres certeza en nuestras incertidumbres, Palabra en nuestros silencios, y nada podrá nunca robarnos el amor que nos tienes.

(Este artículo está extraído de la homilía del Papa Francisco en la Vigilia de Pascua 2020) Si deseas ver el texto completo te dejo este enlace:
https://www.romereports.com/2020/04/11/homilia-del-papa-en-la-vigilia-pascual-2020/

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