Mauritania. Lejos de nuestras costas es un
punto más en el mapa, seguramente para muchos. Uno de tantos países del
continente africano que ni siquiera sabemos situar con certeza.
Sekou es uno de tantos jóvenes que sueña con
cruzar fronteras y llegar a cumplir lo que todos en el fondo deseamos: una vida
digna.
He podido compartir con él sus últimos tres
días en el hospital. Solo. Asustado. Angustiado. Desorientado a veces.
Preocupado por su familia. Pero enganchamos muy bien en este pequeño espacio de
tiempo. Nos sentíamos bien cuando nos veíamos y lo poco que hablaba era para
sentirse acogido en medio de lo que él también intuía.
Ayer, en la mañana, a primera hora, pasé a
verlo como de costumbre para darme una idea de cómo estaba la situación que
cambiaba por momentos. Esta vez tenía los ojos entreabiertos con la mirada
perdida, apagada. Agonizaba.
Me quedé compartiendo con él sus últimas 3
horas de vida.
Puse una música suave con la llamada a la
oración árabe que se repetía una y otra vez como meciendo las últimas olas
suaves que van llevando hasta la orilla, al cielo, su tierra, su orilla definitiva
Hoy la patera de la vida de Sekou llegó a la
orilla del cielo común donde todas las almas que buscan a Dios se encuentran y
descansan.
Sekou dejó su último aliento en esa cama de
hospital, agarrado a mi mano. Recé para que el Dios de toda la creación lo
recibiera en la orilla y descansara de este viaje último, tan duro, lejos de
todos los suyos y sin sus raíces. Al canto de la llamada a la oración Sekou
entregó su último aliento a Allah y nos despedimos con la paz y la certeza que
este último tramo no estuvo solo. Yo tampoco. Y me fortaleció.
En medio de una sociedad que invisibiliza y
repele al emigrante, desde el silencio de una habitación de hospital, desde la
orilla de la eternidad, Sekou pone su historia y la de tantos para reclamar
justicia, dignidad y paz para todos. La patera hoy ha llegado a puerto.
Autor. Juan Ma Arija. Capellán de Hospital
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