A los 40 días de la Resurrección se celebra
la festividad de la Ascensión. El número
cuarenta en la Biblia simboliza el “cambio
de una etapa a otra” en este caso concreto, los apóstoles viven un
proceso de cuarenta días en el que se van encontrando con Jesús, se suceden las
apariciones y Él les va preparando a la misión que les va a encomendar.
Cuando están preparados Jesús les invita a asumir el testigo del anuncio de su
Buena Noticia.
En la primera lectura (Hechos de
los Apóstoles 1,1-11) de este domingo encontramos a Jesús con sus apóstoles,
les anuncia la promesa del Espíritu, quien les dará fuerzas para ser sus
testigos hasta los confines del mundo. Jesús sube al cielo, ellos lo ven
levantarse hasta que una nube se lo quita de la vista.
Mientras los apóstoles miran asombrados ese
ascenso de Jesús, dos hombres los devuelven a la realidad: “Galileos ¿qué hacéis ahí plantados mirando
al cielo?”
Ha comenzado el cambio de una etapa a otra.
Jesús se ha marchado y ellos deben cumplir el encargo de ser sus testigos, con
la fuerza del Espíritu Santo. Comienza su tarea y labor.
Reflexión: Al igual que los
primeros discípulos también comienza nuestra tarea. Nosotros recibimos el
testigo de los apóstoles y nos adentramos en la apasionada labor-misión de
anunciar el Reino con palabras, gestos y obras hasta los nuevos confines de la
tierra que no son solo geográficos.
Anunciar a todos, con
alegría, la vida nueva que nos ofrece Cristo muerto y resucitado fue, es y será
la misión del discípulo de todos los tiempos. Anunciar la conversión, el
perdón y la misericordia de Dios es el testimonio que cada día debe salir de
nuestros templos para entrar en las casas, oficinas, hospitales, trabajos,
colegios…. y acercarse a todo ser humano sin fronteras ideológicas, étnicas,
culturales, sociales, económicas…
Quedarse “plantados mirando al cielo”
no es una opción apta para el discípulo. El miedo, la comodidad, el
individualismo, la cobardía, la desconfianza nos paraliza y no son herramientas
válidas para aquel que es invitado por Jesús a entrar en el cambio de una nueva
etapa; la etapa de descubrir la presencia de Dios y anunciarlo.
En el evangelio (Mateo 28,
16-20) Jesús se dirige a sus
discípulos, que asombrados por su presencia unos le adoran y otros dudan. Les
invita a “hacer discípulos” e incorporarlos a la familia del Nazareno mediante
el bautismo y su enseñanza. Y les ofrece una promesa que les ayudará “sabed que yo estoy con vosotros todos los
días, hasta el fin del mundo”
Mateo hace así una
síntesis en cuatro versículos de toda la teología presentada en su evangelio.
Reflexión: Se nos pide mantener
una actitud de confianza para anunciar la presencia de Jesús, proclamar el
evangelio y descubrir a Dios en la vida. Ser discípulos es aceptar a Jesús como
Señor-Maestro que nos muestra el rostro del Padre y del Reino.
La misión de hacer discípulos comienza con el
bautismo y es completada con el encargo de enseñar a vivir de acuerdo con lo
que Jesús les ha mandado.
Este es el testamento que ha de transmitir el
evangelizador, que conlleva la humildad para reconocernos eslabones de una
cadena en la que Jesús y sus mandamientos son el origen y el único Maestro.
Confiar, aceptar, enseñar, transmitir… son
verbos que no pueden ser ajenos al corazón del misionero de cualquier momento y
lugar, también a nosotros del siglo XXI.
Tomemos conciencia de lo que hemos recibido
para que nuestro corazón comprenda la grandeza a la que hemos sido llamados.
Si deseáis ampliar vuestra reflexión os
ofrezco este artículo que podéis encontrar en el blog:
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