viernes, 15 de mayo de 2020

NUEVA ERA DEL ESPÍRITU


Este domingo, sexto del tiempo de Pascua, es prólogo de todo lo que viviremos en las próximas semanas. El Señor nos va preparando para su partida al Padre y nos anuncia la presencia del Espíritu (“Paráclito”) que vive y está con nosotros, para poder tener una nueva vida de santidad.
La celebración de este domingo es una invitación a la “confianza” en la Palabra de Jesús, necesaria para transmitir la Buena Noticia del Evangelio, así como una invitación a ser “signos” en medio del mundo con nuestra forma de ser y actuar.

“El que guarda mis mandamientos ese me ama” son palabras de Jesús a sus discípulos, proclamadas en el evangelio de este domingo. El Señor recuerda que el amor va más allá del cumplimiento de la ley. 
Amar es otra cosa, es ser signo visible y engendrar VIDA. Esto es la resurrección de Cristo y nuestra propia resurrecciónY quien es capaz de entender así el mensaje de Jesús vive libre y alegre y genera nueva alegría de tal manera que las dificultades no apagan la fuerza del evangelio, sino que se transforman en fuerza capaz de cambiar las estructuras de nuestro mundo.
El legado de “amor a todos”, que nos deja Jesús, es una seria invitación a ser testigos valientes que rompen todo tipo de fronteras.

La primera lectura (Hechos de los Apóstoles 8,5-8.14-17) de este domingo es un ejemplo claro de todo lo expresado. Felipe proclama, en Samaria, a Cristo, como Mesías esperado, realizando signos que recuerdan a los de Jesús (sanar toda dolencia) La conclusión parece lógica: “la ciudad se llenó de alegría” como consecuencia de la proclamación del Evangelio.
La noticia de que Samaria ha acogido la Palabra de Dios llega a los apóstoles, que están en Jerusalén, y se hacen presentes Pedro y Juan, quienes confirman la misión de Felipe. Rezan e imponen las manos para que reciban, junto al mensaje del evangelio, el don del Espíritu Santo.

Reflexión: Se nos presenta la necesidad de la evangelización. El mensaje de Jesús no es para una élite, sino que todas las personas están llamadas a recibir este anuncio. Necesitamos el don del Espíritu Santo para dar razones de nuestra fe y esperanza, no desde la acritud sino mostrando la dulzura de Jesucristo.
La humildad, el respeto, la limpieza de corazón… (2ª lectura) son las cualidades que se nos pide para ser testigos del Evangelio. Nuestras palabras, actitudes y conducta son nuestros “signos” para la evangelización; de tal manera que el obrar bien “desarme” al ser humano e incline su corazón hacia el Maestro.

El evangelio (Juan 14,15-21) desarrolla como tema central la partida de Jesús al Padre. Esta partida no produce una situación de “orfandad” para los discípulos, sino una nueva era, marcada por la presencia y acción del Espíritu Santo; fortalecida por el amor, la práctica de los mandamientos de Jesús y la promesa de un tiempo futuro en el que el Padre y el Hijo permanecerán para siempre con el discípulo.
Al Espíritu Santo, en este evangelio, se le da en nombre de “Paráclito” que tiene el significado de: “ayudante, asistente, sustentador, protector, abogado” y sobre todo “animador e iluminador”. Su función se centra a favor del creyente. Y debe ser el Paráclito para los discípulos lo que había sido Jesús

Junto a la promesa del Espíritu en la comunidad de los creyentes, Jesús promete permanecer siempre con aquellos que le aman.

Reflexión: Los discípulos del Maestro no quedamos “huérfanos”, sino que se nos otorga una vida nueva. Esta vida está presidida por nuestra unión con Dios que hay que entenderla en términos de AMOR. Adquirimos por lo tanto un compromiso con el Maestro: creer en sus palabras y amarle
Estar unido con Jesús, por medio del amor, nos debe conducir a guardar lo que Él nos ha enseñado. Él nos ofrece una nueva alianza, donde el Espíritu permanecerá siempre con aquel que es capaz de amar con obras concretas que dan vida.

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