El cristianismo no es una ideología, no es un
sistema filosófico. Es un camino de fe que parte de un hecho, testimoniado por
los primeros discípulos de Jesús. Pablo lo resume de este modo: “Jesús murió por nuestros pecados, fue sepultado,
resucitó al tercer día y se apareció a Pedro y a los Doce” (Cfr. 1 Cor
15,3-5).
Este es el hecho. Ha muerto, fue sepultado,
ha resucitado, se ha aparecido... Es decir: Jesús está vivo. Este es el núcleo
del mensaje cristiano. Nuestra fe nace en la mañana de Pascua. Aceptar que
Cristo ha resucitado es ACTO DE FE que nos lleva a proclamarlo.
La primera lectura del
libro de los Hechos de los Apóstoles (2,14. 36-41) nos presenta a Pedro, el día
de Pentecostés, que pronuncia un discurso que cala en el corazón de los judíos
hasta el punto de llegar a preguntarse: “¿Qué
tenemos que hacer, hermanos?” Esta pregunta surge en los oyentes tras
anunciar Pedro, con entusiasmo, a Jesús Resucitado.
Pedro responderá que lo primero a realizar es
convertirse, es decir que el corazón
de un giro y pase del rechazo a Jesús a la aceptación y adhesión de su persona
y de su vida. Y, en segundo lugar, bautizarse.
Este bautismo produce un doble efecto, por un lado se borran los pecados y así
la persona entra en comunión con Dios y se incorpora al Reino. Y, por otro lado,
se recibe el Espíritu Santo que les capacitará para ser profetas entusiasmados.
Los apóstoles no pueden dejar de proclamar y
anunciar aquello que han visto y oído, y ello provocaba gozo y esperanza en los
que les escuchaban.
Reflexión:
Nuestra labor tendrá que ser como la de los primeros discípulos;
deberemos volver al Señor, conocerle, amar el sentido de su vida, su proyecto
de amor y anunciarle con entusiasmo vivo y presente.
Si sentimos que Jesús nos ha tomado, nos ha
atrapado, nos ha conquistado para no dejarnos más, si sentimos que la fe es
gracia, regalo y don de Dios tendremos un corazón capaz de maravillarse y
maravillar porque El Señor sale en nuestra búsqueda.
El evangelio (Juan 10,1-10) está construido bajo
esta ambientación:
En un aprisco se alojan varios rebaños de distintos amos que, por la noche confían sus ovejas a uno que queda de guarda por turnos. Por la mañana se presentan los demás pastores y cada uno llama a sus ovejas, éstas conocen su voz y le siguen. Si el pastor que llama es otro, no lo conocerán ni le seguirán. Naturalmente ese aprisco tiene una puerta de entrada, a ninguno de los pastores se le ocurrirá entrar por la tapia. Por la tapia saltaría un ladrón para eludir la vigilancia del que está de guardia.
En un aprisco se alojan varios rebaños de distintos amos que, por la noche confían sus ovejas a uno que queda de guarda por turnos. Por la mañana se presentan los demás pastores y cada uno llama a sus ovejas, éstas conocen su voz y le siguen. Si el pastor que llama es otro, no lo conocerán ni le seguirán. Naturalmente ese aprisco tiene una puerta de entrada, a ninguno de los pastores se le ocurrirá entrar por la tapia. Por la tapia saltaría un ladrón para eludir la vigilancia del que está de guardia.
Desde esta ambientación podemos comprender
mejor el evangelio de este domingo, la diferencia entre el ladrón y el pastor,
así como las actitudes del pastor, que es el dueño del rebaño, que ejerce bien
su labor, que le abre la puerta el guarda, que llama a las ovejas por su nombre
y que a las "suyas" las conduce a pastos abundantes caminando Él delante. Las
ovejas reconocen su voz y le siguen.
Jesús se presenta como el PASTOR, el
verdadero dueño de las ovejas, en contraposición al ladrón que es identificado
con los fariseos. Mientras que las ovejas oyen su voz los fariseos no, son
incapaces de reconocer lo que Jesús está diciendo porque no prestan atención
Igualmente, en este texto, Jesús se revela
como la PUERTA de las ovejas (vv-10). Ser la puerta significa que Jesús es el
mediador que proveerá de lo necesario para que las ovejas vivan. El ladrón sólo
se acerca para hacer daño, matar, robar y destruir. Jesús es la puerta que da
acceso a los buenos pastos y donde el redil se encuentra protegido.
Reflexión:
Nosotros nos hemos adherido a Jesús por la fe en la resurrección, de ahí que
seamos “suyos”. Debemos reconocer la voz de Jesús que nos llama por nuestro
nombre, nos conoce, nos guía, camina delante, para que tengamos vida abundante.
Nuestra fe nos lleva a seguir a la persona
concreta de Jesús Resucitado, a vivir sus valores e imitar su estilo de vida.
Sólo así, podemos entusiasmarnos con Cristo y su mensaje.
Jesús habla de sí mismo, como “la puerta de
las ovejas”. Una puerta para acceder a Dios, al Reino. Una puerta, estrecha,
por la que se puede entrar y salir, que exige del discípulo libertad y adhesión
a Jesús de forma plena, incluso en la adversidad y dificultad.
El broche a la Palabra de Dios de este domingo, lo puedes encontrar en el Salmo 22 (El Señor es mi pastor) Te invito a rezarlo y meditarlo para que vivas confiado y desaparezcan tus inquietudes.
El broche a la Palabra de Dios de este domingo, lo puedes encontrar en el Salmo 22 (El Señor es mi pastor) Te invito a rezarlo y meditarlo para que vivas confiado y desaparezcan tus inquietudes.
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