viernes, 19 de junio de 2020

QUE EL MIEDO TE TENGA MIEDO


El miedo es definido como “la sensación de angustia provocada por la presencia de un peligro real o imaginario”. Igualmente podría decir que miedo es el movimiento interior que se produce ante un mal probable e inmediato.
Creo que esta sensación de angustia todo hombre y mujer la hemos percibido a lo largo de nuestra vida aunque se manifieste de diversas formas, tantas como seres humanos existen.
No quiero, ni pretendo en este articulo, definir las clases de miedos y sus consecuencias psicológicas. Pero sí reconozco que existe miedo provocado por diversas causas como: la soledad, lo desconocido, el futuro, la grave responsabilidad, tomar decisiones equivocadas o a fallar en la vida; tal vez miedo al fracaso, a las malas interpretaciones de los demás, a que te hieran o te traicionen; o miedo a tu propia debilidad, al sufrimiento, a la enfermedad, al dolor, a la muerte... Y miedo a la misión de apóstoles
Por último, personalmente pienso, dado que no soy un especialista en la materia, que el miedo tiene el poder de paralizarnos hasta el punto de no avanzar, ni echar un pie adelante, porque quedamos en situación de: estancados en chock

Las lecturas de hoy son toda una provocación ya que nos gritan “No tengas miedo” ¡Cuidado no nos equivoquemos!, NO nos gritan que eres creyente – cristiano y en tu vida no se van a dar las dificultades, los problemas, las situaciones paralizantes, las contrariedades… SINO QUE nos invitan a afrontar la vida con una actitud nueva que pueda vencer el miedo.

En la primera lectura (Jeremías 20,10-13) nos encontramos con el profeta inmerso en un desgarro sicológico, ya que crece la oposición contra él. La vocación de Jeremías como anunciador de desgracias solo le ha ocasionado burlas, oprobio y desprecio.
¿Por qué no abandona entonces esta misión? Sencillamente porque no puede. Tan vivo es el fuego de la presencia de Dios en su interior que no puede suprimirlo: su vida es ser profeta.
Jeremías está viviendo una crisis existencial, de sentido de su vida.
Sin embargo Jeremías, en esta situación, (versículos 11-13) hace un himno de alabanza al Señor que salva. No nos ofrece un final feliz al momento del dolor, sino que es una expresión del momento real de crisis en el que se encuentra, sabiendo que el Señor sondea el corazón afligido y tienes planes de salvación.

El evangelio (Mateo 10,26-33) hay que encuadrarlo en una ambientación misionera. El “no temáis”, que parece en este texto tres veces, son palabras de consuelo que Jesús dirige a sus discípulos para que superen el miedo y la angustia que trae consigo la persecución. Va acompañada de tres motivaciones.

1) El miedo no debe impedir la proclamación abierta del mensaje que Jesús les ha encargado anunciar, porque este mensaje será conocido por todos (versículos 26-27)
2) Lo decisivo no es que los hombres puedan quitarles la vida, sino que arruinen la Vida definitiva. (versículo 28)
3) La última motivación se encuentra en la confianza que los discípulos tienen que tener en Dios, a quien reconocen e invocan como Padre.
La solicitud de este Padre llega hasta extremos insospechados y para ilustrarlo Jesús pone el ejemplo del Padre que cuida de los pájaros más pequeños e insignificantes y que tiene contados hasta los cabellos de los discípulos por los que ni ellos mismos se preocupan.

Reflexión: Para afrontar la vida sin miedos, Jesús nos ofrece, en primer lugar, la visión de Dios como Padre que nos cuida y se ocupa de nosotros. No sólo somos criaturas suyas, sino que tenemos  los creyentes la certeza de ser hijos de Dios.
Y esta certeza es lo que fundamenta la misión y hace que ésta no se detenga ante las dificultades

En segundo lugar, Jesucristo nos anima a la confianza como el arma para vencer miedos que nos paralizan. Vuelvo a repetir lo dicho en otros artículos de este blog, descubrir la actuación de Dios en nosotros y cómo Él nos ha ido bendiciendo a lo largo de nuestra historia, va ayudarnos a superar los miedos porque descubriremos que Dios está presente, nos acompaña, camina con nosotros y nos libera.

En tercer lugar contemplemos que Dios es pastor que apacienta, reúne, toma en brazos. Que Dios sondea el corazón del afligido y que como una madre nos acaricia y nos sienta en sus rodillas…
Por ello, el salmo responsorial nos invita a la oración y a sentir que nuestra súplica es escuchada por el Señor compasivo, fiel, bondadoso… y Él hará revivir nuestros corazones.

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