Para alabar y dar gloria a Dios (salmo responsorial) hay que sentir la
necesidad de descubrir su auténtico rostro. Así lo entendió Moisés y queda
reflejado en la primera lectura de este domingo.
La vida del cristiano es manifestar la gloria
de Dios y convertir nuestra vida en motivo de alabanza, esto sólo lo podremos
realizar si nos adentramos en Dios y descubrimos su “verdadero rostro” para irradiarlo, haciéndolo llegar a nuestros
hermanos.
La primera lectura (Éxodo 34,4b-6.8-9) es iluminadora,
porque es el mismo Dios quien revela, ante Moisés, su propio nombre.
Se presenta como misericordia. Dios habla de sí mismo mediante cinco títulos, cuatro
de ellos asociados a la misericordia y el quinto la fidelidad.
a) A través de los cuatro primeros vocablos se
deja ver todas las dimensiones que posee la misericordia de Dios: la gracia, el
favor, el amor, la generosidad, la ternura, el cariño, la cercanía, la
compenetración entre las personas…. Dios nos revela su esencia: ser
misericordioso.
b) El
quinto título, que se recoge, es la fidelidad. El Señor es un Dios verdadero y
veraz, es firme, estable; y el ser humano puede depositar en Él su confianza.
Es roca fuerte en la que nos podemos apoyar, no es variable (como nosotros) y es fiel a su pueblo,
por ello no se cansa de perdonar, sino que su fidelidad dura por siempre (salmo
116)
Desde estas características es como Dios se
acerca al ser humano. Sólo un Dios misericordioso y fiel al pacto de amor no
abandona al pueblo a su suerte, sino que renueva su alianza y concede nuevas
oportunidades de vivir la existencia desde la confianza que da el caminar “de la mano de Dios”
El evangelio (Juan
3, 16-18) insiste en la descripción de Dios. Él es amor y desde ese amor
realiza la salvación. Este acontecimiento salvífico tiene su iniciativa en
Dios, se realiza por parte del Hijo y es el hombre quien la acepta o rechaza
desde su fe o incredulidad en el Enviado….
Reflexión:
Quien me conoce, sabe que no soy ni teólogo, ni escriturista, ni sabio, ni
entendido… Sólo soy alguien que reconoce que Dios se revela, para que nosotros
revelemos a Dios en nuestro actuar y vivir. Por ello, saber que Dios se
presenta como fiel y rico en misericordia no puede ser, simplemente, para
adquirir un conocimiento teórico y no practico sobre la figura de Dios, sino,
más bien, para acercar a Dios, mediante nuestra misericordia y fidelidad, a
aquellos que forman parte de nuestra vida.
Si Dios es AMOR e irradia permanentemente ese
amor, si Dios ama profundamente al ser humano, aún en su debilidad… tú y yo, si
no queremos caer en la tentación de ser teóricos de Dios, deberemos ser
misericordiosos y fieles a los pactos de nuestro corazón, tanto con Dios como
con los hermanos.
Y aquí es donde se complica, nuestro ser
cristianos y discípulos, porque ser discípulo no es saber mucho sobre Dios,
sino ser “rostros de Dios” en el mundo. Y esto es “harina de otro costal”
Nos tendríamos que preguntar por nuestras
misericordias, generosidades, ternuras, cariños, cercanías y… fidelidades. No
vaya a ser que lo que admiramos y conocemos sobre el rostro de Dios sea teoría
y no práctica. Y si fuera así ¿dónde queda nuestro ser Testigos y Testimonio?
Miedo me dan los “cristianos-fantasmas”
(ruego al Dios fiel no ser yo uno
de ellos) aquellos que ni aman ni están, que desaparecen, bajo absurdos
pretextos, y que aparecen cuando menos te lo esperas, la mayoría de las veces
para darte un susto.
Estos, los fantasmas, se dan a conocer, entre
otras cosas, por la ausencia de misericordia en sus acciones y palabras; por
sus huidas y abandonos “dejando en la estacada al prójimo”; por sus ricas
teorías sobre Dios, producto de su sabiduría, pero carentes de obras que dan
vida; por su lenguaje grandilocuente y prácticamente irrefutable propio de
tratados de teología más que de evangelio; por sus silencios hirientes; por la
utilización del “otro” para sus propios intereses; por esconderse detrás de
palabras con intención dudosa y por su gran ombligo donde sólo cabe el YO y no
hay sitio para el NOSOTROS.
¡Uff! Perdonad pero igual se me ha ido un poco la mano en el último párrafo. Pero es lo que siento tras estas lecturas. Feliz día. (Santy)
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