miércoles, 24 de noviembre de 2021

ESPERANZA EN LA GRAN LIBERACIÓN


¡Ha llegado el invierno! Y con él... el frio, la lluvia, las nevadas y la ausencia de sol, que no de luz. Tormentas muchas, algunas anunciadas y esperadas, otras sorpresivas y desconcertantes. El paraguas es nuestra arma de defensa; abrigo, bufanda, guantes, gorro… forman también parte de nuestro atrezo en esta época del año. Todo con la mejor intención: vivir cruzando tormentas en la esperanza de llegar al calor y cobijo de casa. Será en tu hogar donde comience la liberación de todo ese material humano que te oprimía pero que impidió “estar calado hasta los huesos”

Creo que las personas especiales son aquellas que saben transitar en medio de las tormentas de la vida con el interior lleno de luz. 

Las lecturas de este domingo 1º de Adviento (ciclo c) nos describen la venida del Hijo del Hombre como un gran acontecimiento de liberación. Y esta es nuestra fe. No nos dejemos llevar por la fantasía de creer saber el cómo y el cuándo será la liberación, ni nos quedemos anclados en la literatura apocalíptica que nos describe el evangelio, no sintamos miedo ante los acontecimientos cósmicos, (manera que el judaísmo tenía para aludir a las grandes intervenciones de Dios en la historia de la humanidad) sino que vivamos con ESPERANZA las palabras de Jesús y la promesa de Dios.

En la primera lectura (Jeremías 33,14-16) el profeta Jeremías, que vive en una época difícil del pueblo de Israel y difícil para él, no pierde la confianza en la salvación de Dios. El texto que hoy leemos es como un himno de esperanza en la bondad de Dios por el pueblo, en medio de las circunstancias que lo rodean: destrucción de la ciudad y el templo.

El evangelio (Lucas21,25-28.34-36) nos propone “levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación” Nos revela un Dios liberador que debemos entender dentro de la complejidad de los acontecimientos humanos que nos rodean. Es ahí donde toma forma la liberación de Dios, en medio de nuestras fragilidades, tareas y compromisos.

Por ello se nos exhorta a la vigilancia: “Tened cuidado”, “Estad despiertos en todo tiempo”  para vivir atentos, como el servidor que espera la vuelta de su señor, y no dejarnos atraer por aquello que nos aparta del camino del evangelio y nos “embota el corazón” Junto a la vigilancia se nos invita a la oración que nos mantiene en pie”. Ambos comportamientos (vigilancia y oración) son las opciones para el encuentro, lleno de esperanza, con el Hijo del Hombre, con el Señor Resucitado.

Reflexión: Es en tu presente, en este momento concreto de tu historia, donde Dios viene a liberar. Hoy, desde la Palabra, recibes una llamada de esperanza del Maestro, para levantar el ánimo y alzar la cabeza con confianza porque se acerca tu liberación. Por lo tanto, no vivas  encorvado, oprimido, ni tentado por el desaliento. Jesucristo, que está a la puerta de tu corazón, es tu Liberador y el Sanador de tus dolencias.

No mires tu presente, ni tu futuro sólo desde tus cálculos humanos o desde tus previsiones. No te encierres en tus agobios, preocupaciones, desalientos, proyectos fallidos, tristezas, incomprensiones… porque esta actitud te impide tener mirada alta y confianza infinita en un Dios que camina contigo, que te sienta en sus rodillas y que hace brillar su luz en medio de tus sombras.

Reconoce que hay maneras de vivir que te impiden caminar con tu cabeza alta confiando en la liberación definitiva, pero no le des el protagonismo de tu vida. No las niegues, porque forman parte de tu realidad y existencia, pero sí acúnalas, acompáñalas, obsérvalas…

Por eso te invito a «tener cuidado de que no se te embote la mente». Es decir, no te acostumbres a vivir con un corazón insensible y endurecido, buscando llenar tu vida de bienestar y placer, de espaldas al Padre del Cielo y a sus hijos  que sufren en la tierra. Ese estilo de vida te hará cada vez menos humano. Libera tu corazón de “tus durezas para contigo mismo”, quiérete más, sólo amándote puedes liberarte. Compréndete, date una oportunidad. 

«Siempre despiertos» Puede ser el lema de este adviento. Despierta la fe que hay en ti y extiéndela a la comunidad. Ábrete al Evangelio y siéntele cercano, vivo y presente en tu día a día, así cuidaras mejor la presencia esperanzadora de Jesús en medio de tus quehaceres, que por muy tormentosos que sean estarán iluminados por la acción del Libertador, Jesús, el Hijo de Dios. No seas cristiano que opta por dormir en vez de por vivir en esperanza.

Por último «Vive pidiendo fuerza» Déjate mecer por la meditación y la oración. Podrás seguir los pasos de Jesús si el Padre te sostiene, sólo así podrás «mantenerte en pie ante el Hijo del Hombre», solo así podrás encontrarte con Jesús resucitado.

Eres una persona especial, créetelo. Transita las tormentas de tu historia con la esperanza liberadora que ilumina tu corazón.

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