
Técnicamente con la realización de un
testamento decidimos y especificamos a quién queremos dejar nuestros bienes, es
decir quien serán nuestros herederos. Si ampliamos el símil, con la palabra
testamento, podemos denominar todo aquello que, siendo propio, queremos transmitírselo
a alguien. En este sentido nuestro legado no son sólo bienes materiales sino
todo aquello que nos configura, nos representa, nos define y nos hace ser yo y
no otra persona. Por ello, nuestros pensamientos, sensaciones, opiniones,
gustos, deseos, mensajes… también forman parte del testamento de vida de cada
uno.
Con la narración en las lecturas de este domingo de la Ascensión del Señor (ciclo c) se
pone de manifiesto el comienzo de una nueva fase en la historia de la
salvación: el periodo de la Iglesia, donde los discípulos de Cristo deben ser
sus testigos.
Cristo ofrece a los apóstoles y a sus
seguidores, antes de partir de este mundo, una serie de instrucciones con las
que son enviados y convocados para ser sus herederos, testigos, hasta el confín
de la tierra. (“Vosotros sois testigos de
esto”. “Recibiréis fuerza para ser mis testigos”) Nos encontramos con las
últimas voluntades del Maestro y su testamento que debe tener una duración a
través de todos los tiempos y de todos los cristianos.
En la primera lectura (Hechos de los Apóstoles 1,1-11) se
ofrece a los discípulos la última voluntad de Jesús, en forma de instrucción.
Les instruye, primeramente, sobre el REINO
(“durante cuarenta días, les habló del
reino de Dios”) tema principal de su predicación durante su ministerio
terreno. Seguidamente y como segunda instrucción ordena a los apóstoles a no
ausentarse de JERUSALÉN. De esta
manera Jerusalén es puesta de relieve como la ciudad desde la cual los
discípulos, herederos del mensaje de Jesús, deben ser testigos y dar testimonio. La tercera instrucción
aclara cómo los apóstoles van a ser “revestidos
de fuerza”, bautizados con ESPÍRITU
SANTO. Este Espíritu será el poder dado a los apóstoles, el principio vital
de su existencia como cristianos y la fuerza de su función de testigos en la
nueva fase de la historia de la salvación.
Por último, explica la MISIÓN que Cristo encomienda a sus apóstoles: ellos tienen que ser
testigos del resucitado. Se traza las líneas generales de la propagación de la
palabra y da un resumen del desarrollo del testimonio desde Jerusalén a Roma.
En el evangelio (Lucas
24, 46-53) Jesús descubre a los discípulos el sentido profundo de la
Escritura y les envía como testigos a predicar la conversión y el perdón. Para
esta tarea los herederos del mensaje de Jesús cuentan con la ayuda y la fuerza
del Espíritu.
Tenemos en este texto todos los elementos de
lo que será la futura misión de la Iglesia, que comienza en Jerusalén. Teniendo
como tema central del testimonio de los apóstoles
la muerte y resurrección de Jesús.
Lucas termina el evangelio con un relato de
la ascensión de Jesús. Y comenzará la historia de los orígenes de la Iglesia
con otro relato parecido que es el expuesto en la primera lectura de este
domingo.
Reflexión:
Al leer los textos de este domingo de la Ascensión, has podido comprobar como la
primera lectura y el evangelio (ambos escritos por Lucas) van de la mano. En
ambas, aunque de forma distinta, se habla de la importancia del resucitado y
del Espíritu en la misión de los seguidores del Señor.
La fiesta de la Ascensión nos comunica que
Jesús es el centro de los tiempos, de nuestra predicación y de nuestro testimonio.
Lo antiguo ha pasado. Ahora nos queda la fuerza del Espíritu que nos recuerda y
actualiza el testamento que tú y yo hemos recibido y del cual tenemos que ser
testigos. El legado del Señor Resucitado, que fue dado a los apóstoles y que
ellos extendieron hasta los confines de la tierra, es nuestro legado. La
extensión de las últimas voluntades del Maestro, al igual que a los apóstoles,
nos tiene que llevar al gozo, a levantarnos y volver a “Jerusalén
con gran alegría”
Una vez más se nos propone una misión para
aquellos que nos sentimos portadores del testamento de Jesús. La herencia que
hemos recibido del Maestro resucitado nos lanza al mundo como testigos y a dar
testimonio, con la fuerza del Espíritu, de un mensaje que da vida nueva aquel
que lo recibe. Por ello no es lícito al cristiano-misionero claudicar de su
labor de apóstol bajo excusas y actitudes de comodidad, de pasotismo, de miedos
u otras.
No vas solo en esta
misión, te acompaña y eres revestido de la fuerza del Espíritu… una cosa
más, por favor no te prediques a ti mismo, ni tus ideologías eclesiales, ni tus
normas… Anuncia exclusivamente a Jesús resucitado. Lo demás vendrá por añadidura.