3º domingo de Adviento
Celebramos el tercer domingo de adviento (ciclo a) conocido como “Domingo Gaudete” (domingo de la alegría); domingo para meditar, reconocer y estar alegres siempre en el Señor, porque Él está cerca. Él está en ti, siempre es uno contigo.
Me encanta la Palabra de Dios, tiene su “punto canalla” porque habla sin miedos ni complejos. No oculta, ni tergiversa la realidad, la presenta tal cual, guste a quien guste. Es una Palabra valiente, que trata de orientar al seguidor de Jesús presentando al Maestro como el Mesías esperado, que realiza los signos anunciados por los profetas.
Como el domingo pasado, la Palabra de Dios vuelve a centrarnos en la figura del Bautista. En esta ocasión encarcelado, por haber denunciado públicamente a Herodes, y desconcertado a causa del comportamiento de Jesús. Sí, desconcertado porque las obras que realiza Jesús no responden al ideal mesiánico de Juan. Así hallamos al Bautista, dubitativo y angustiado, hasta el punto de enviar a dos de sus discípulos para que pregunten directamente al Señor si es Él el Mesías esperado que ha de venir o si por el contrario hay que esperar a otro.
Y con esta pregunta dará comienzo la catequesis del evangelista Mateo. Evangelio (Mateo 11,2-11) La respuesta no se hace esperar, Jesús no responderá directamente, ni ofrecerá una “chapa teológica infumable” sino que les remitirá a sus obras y a la Escritura… Sus signos revelarán a los discípulos enviados por Juan, al propio Bautista y hoy a ti y a mí, que es el Mesías, el que tenía que venir, aquel que sana y cura al pueblo de sus heridas, enfermedades y carencias, aquel que da vida y anuncia la Buena Noticia a los pobres: «Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven, y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios, y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el Evangelio»
Esta es la alegría que hoy celebramos. Las obras que presenta Jesús a los enviados de Juan Bautista no son gestos de un justiciero o mercenario, sino de un servicio liberador para aquellos que necesitan vida. Es decir, las obras que identificarán al Mesías serán aquellas que manifiesten su misión de: sanar, curar, liberar y dar vida. Estas obras ya se encuentran en el Antiguo Testamento.
La primera lectura (Isaías 35,1-6ª.10) es testigo de ello. El texto de Isaías comienza con el anuncio de una situación de fiesta y alegría que llena el desierto, el yermo, el páramo y la estepa… Fundamenta ese ánimo y regocijo en la seguridad de que Dios está próximo, que viene a despertar al pueblo de la “parálisis espiritual” en la que está sumergido y que le invita a ponerse en camino. Todos, también los cojos y los que hasta ahora eran ciegos y sordos, pueden contemplar al Señor que se acerca con gestos que liberan y salvan. «Sed fuertes, no temáis. Mirad a vuestro Dios, que trae el desquite; viene en persona, resarcirá y os salvará.»
Reflexión: La situación de alegría-felicidad se realizará cuando los débiles, los vacilantes y los cobardes sean fortalecidos. Y esta es la misión del Mesías: hacer que todo ser humano se ponga en marcha, en camino y que encuentre una salida liberadora y esperanzadora.
La ternura es lo que necesitan muchos seres para vivir y sentir la esperanza, para ser curados de su ceguera, invalidez, lepra, sordera, muerte y pobreza. Todo el evangelio es un tratado sobre la teología de la ternura que siempre es curativa. Se ejerce con palabras, con las manos, con los ojos y con el corazón… y se concreta en caricias, abrazos, diálogos, comidas en común… Estos son los auténticos gestos mesiánicos que producen en el corazón del hombre y de la mujer la alegría.
Jesús, a quien seguimos y amamos, al que esperamos y está cerca, se caracterizó por ser un apasionado de la VIDA. Los evangelios nos lo presentan enfrentándose a todo lo que bloquea, empequeñece o mutila la vida. Siempre estará atento a lo que puede hace crecer a las personas. Siempre sembrando vida, siempre ofreciendo un sentido de esperanza.
Te invito, amig@, a que seas grande y que tu grandeza sea la búsqueda de la pertenencia al Reino. Te invito a que, como Jesús, hagas surgir el Reino con gestos liberadores y mesiánicos, cargados de ternura que ofrezcan, a las personas que conviven en tu entorno, un horizonte nuevo, una esperanza y una verdadera alegría. Sólo estos gestos, creo yo, son los que pueden hacer presente el Reino… Encontraras quienes no te entiendan, ni compartan tus ideas de Mesías, quienes no estén de acuerdo con tu estilo de vida, con tus obras, con tu forma de vivir tu fe, con tu manera de liberar y sanar… “Tranquilo, no te pongas nervioso, majete” tampoco al principio Juan Bautista comprendió a Jesús y por ello envió a dos discípulos para poder entender.
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