martes, 9 de mayo de 2023

DE SOLDADO A ARTISTA

 

 Domingo Sexto de Pascua

Somos especialistas en usar términos que, el común de los mortales, no conoce su significado, posiblemente porque nadie los ha explicado y se asumen como sabidos. Esto me ocurre con frecuencia en diversos ordenes de la vida, pero muy especialmente en el mundo de la Iglesia. Siempre recordaré, que en las primeras letanías de San Benito Abad que yo pronunciaba, había una de ellas en la que se le denominaba al santo como: “taumaturgo maravilloso”. Todos contestábamos ruega por nosotros como lo más común, pero tengo claro que la mayoría no sabían que quería decir ese término.

Igual ocurre con la palabra “Paráclito”, sabemos que es un nombre con el que se denomina al Espíritu Santo, que se encuentra en el evangelio y que se pronuncia en las letanías al Santísimo Sacramento (“Bendito sea el Espíritu Santo Paráclito”) ahora bien, qué quiere decir y qué significa, es “harina de otro costal”

Por ello, igual deberíamos optar un lenguaje más sencillo y entendible por todos. En el que comprendiéramos que taumaturgo es aquel que hace milagros y paráclito, en un sentido amplio, es defensor, intercesor, asistente, protector, maestro, pedagogo, ayudante, abogado, y sobre todo, animador e iluminador de la fe de la comunidad y de cada miembro de ella.

Cada uno puede definir la vida y acción del cristiano como crea que es más adecuado y conveniente. Yo, por mi parte, desde la presencia del Espíritu en la Iglesia, en la comunidad y en mí, y conociendo el significado de “Paráclito”, prefiero sentirme artista antes que soldado, ya que mi vida no está sometida a legalismos y prohibiciones, ataques y defensas, sino animada e impulsada por el Espíritu, verdadero motor, que bajo su acción e impulso creador aprendo el arte de vivir con Dios y para Dios.

En este Domingo sexto de Pascua (ciclo a), puedes descubrir que el Espíritu Santo, el Paráclito, no sólo es el protagonista de las lecturas que son proclamadas, sino también el protagonista de la comunidad cristiana y de tu vida interior.  

En el evangelio (Juan 14,15-21) Jesús nos anuncia, promete y revela una nueva presencia de Dios para nosotros. Dios, ya no es una realidad exterior al hombre y distante de él. Dios, ya no se encuentra fuera de nosotros, en otro mundo, ya no es un desconocido, sino que Jesús nos revela que la comunidad y cada miembro se convierten en morada y santuario de lo divino «vosotros lo conocéis, porque mora con vosotros y está en vosotros». El Dios que, en otra hora, era un ser lejano, hoy, y desde Jesús, es Padre que se acerca al hombre y vive con él.

Dejarse encontrar por Él, descubrir y aceptar su presencia en nosotros será la nueva misión que Jesús encomienda a sus discípulos: “Dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros me veréis y viviréis, porque yo sigo viviendo. Entonces sabréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí y yo en vosotros”

Nunca los cristianos han de sentirse huérfanos. La presencia viva del Espíritu llena todos los vacíos. “Yo le pediré al Padre que os dé otro Paráclito, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad”. El mismo Espíritu que Jesús pide al Padre para sus discípulos, será el que transmitan los apóstoles Pedro y Juan, en la ciudad de Samaría tras la evangelización de Felipe, como bien nos narra la primera lectura (Hechos 8,5-8.14-17)

Reflexión: Con lo expresado en líneas anteriores, buscar a Dios no supone ni conlleva ir a encontrarlo fuera de uno mismo, sino dejarse encontrar por Él. Y, a la vez, descubrir y aceptar su presencia en medio de nosotros… mejor aún, en nosotros. Toda una aventura para cada uno, para nuestra comunidad y para toda la Iglesia. Se terminó el tiempo de levantar muros y echar cerrojos para defendernos  de supuestos ataques externos. Se acabó vivir al calor confortable de la estufa de la costumbre, del “siempre se ha hecho así”, del cumpli-miento de normas ajenas que carecen de amor y de Evangelio. Comienza el tiempo de ser cristiano autentico, sin complejos ni miedos, es decir el tiempo nuevo de dejarse guiar por el Espíritu y descubrir y vivir la novedad de Dios, que hace “hogar” en ti y en mí.

Hoy y siempre debemos reafirmar nuestra fe en el Espíritu, en su presencia y en su acción. Soy de los que piensan que cuando no se cree en el Espíritu, o se le relega a un plano de “segundón”, estamos cerrando las puertas a Dios y a su paternidad, vivimos sin sorpresa, ni novedad, carecemos de libertad y de aventura y convertimos nuestro seguimiento de Jesús y nuestra vida interior en un ir tirando, bajo una carga pesada, gris y sinsentido.

En fin amig@, si esta reflexión no te ha ayudado o te ha liado con un lenguaje difícil de entender, quédate sólo y exclusivamente con esto: "No os dejaré huérfanos, volveré a vosotros"

No hay comentarios:

Publicar un comentario