martes, 30 de mayo de 2023

EL EJE DE TU VIDA

 

Domingo de la Santísima Trinidad

Cuántas veces, a lo largo de la vida,  nos perdemos dando vueltas y vueltas a lo secundario como si fuera un caramelo “halls extra strong” en nuestra boca. Cuántas veces descuidamos lo verdaderamente auténtico y lo sustituimos por lo sucedáneo y la apariencia. Cuántas veces hemos bajado los brazos y hecho dejación de funciones, buscando la comodidad, y creyendo que otros deben decirnos cuáles deben ser nuestros principios-ejes de la vida, sin detenernos un segundo en buscarlos.

Descubrir lo esencial, el centro y el eje principal, en el que debe girar toda nuestra vida, es una acción prioritaria que no podemos obviar, ni poner en manos de otros, porque ese eje, nos va aportar lo necesario para vivir y no sólo "sobrevivir".

En la vida interior también tenemos un eje y centro de la fe cristiana.  Innumerables son los libros que han tratado los contenidos de esta fe e incontables las horas concedidas a prédicas y sermones. Nos enredamos en aprender y hacer aprender los mandamientos de la Ley de Dios y otras normas. Son relativamente pocos los dogmas proclamados por Papas, pero “haberlos haylos”… No es mi intención reducir nada de lo anterior a sus mínimos, y sí compartir lo que yo considero, en este momento de mi vida, como la perla de mi creencia: “Dios ama al mundo”

En este Domingo de la Santísima Trinidad (ciclo a) se nos muestra, en las lecturas dominicales, el eje vital al que anteriormente hacía referencia. Dios se nos revela como amor.

La primera lectura (Éxodo 34,4-6.8-9) nos narra cómo Moisés sube solo al monte Sinaí para encontrarse con el Señor. Allí, Dios proclama su nombre divino con aquellos atributos que lo explicitan y, a la vez, sintetizan su actividad: «Yo soy el Señor, el Señor Dios, compasivo y clemente, paciente, misericordioso y fiel» Es el Dios de la justicia, paciente con las debilidades, de ilimitado amor, fiel a sus compromisos y promesas y solidario con cuantos lo necesitan. Es el Dios que ama y está cerca de sus criaturas.

El evangelio (Juan 3,16-18) lo debes de enmarcar en el dialogo de Jesús con Nicodemo, un influyente jefe judío que pertenecía al Sanedrín, fariseo, estudioso, observante, maestro de la Ley, hombre de autoridad… que buscaba la perfección personal en el estricto cumplimiento de la ley. A Nicodemo, Jesús le habla de una realidad superior a la Ley que es el amor de Dios.

Se nos describe en el texto el acontecimiento de la salvación, donde la iniciativa parte de Dios y su amor («Tanto amó Dios al mundo») la realización es por medio del Hijo, enviado del Padre («entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna») y el hombre acepta o rechaza la salvación mediante la fe en el enviado: Jesús. («El que cree en él no será condenado; pero el que no cree ya está condenado»)

He aquí, para mí, el centro y eje de la fe cristiana, de la Buena Noticia: El amor de Dios es universal, alcanza a toda la humanidad. No olvidemos nunca que el propósito del amor del Señor es que el mundo y cada uno de nosotros, tengamos vida auténtica. Y la prueba del amor de Dios es que nos entregó a su Hijo único para que tengamos esa vida verdadera. Si esta fe es la que rige en nuestra existencia, nuestra fe se convertirá en fuente de vida eterna

Reflexión: Dios es cercano al mundo y a cada persona, toma la iniciativa de amarnos, ama sin condiciones y con lealtad, anima y sostiene nuestra existencia y nos llama a una vida más plena y más libre. Ser creyente, por lo tanto, es sentirse amado y llamado a descubrir, desde nuestra adhesión a Jesucristo, nuevas fuerzas y nuevos horizontes en nuestro caminar cotidiano.

Al adorar a Dios como Trinidad, estás confesando que Dios, en su intimidad más profunda, es amor, acogida y ternura. Solamente, cuando descubres que Dios no puede ser otra cosa que Amor, es cuando realmente comienzas a confiar en Él.

Amig@ no te pierdas en este día de la Trinidad en precisiones técnicas y lenguajes teológicos que no te acercan a Dios si no van acompañados de experiencia. Lo importante, hoy, no es discurrir sino saborear. Sucede algo así como con el vino, puedes haber investigado todo lo que se puede y se ha dicho sobre el vino, lo que se ha escrito por los científicos, los enólogos y viticultores, puedes pasearte por todas las ferias internacionales del vino… pero hasta que no lo pruebas, no sabes nada. No te puedes comparar con aquel que lo bebe y saborea diariamente.

Y esto es lo que te propongo en esta reflexión del día de la Santísima Trinidad: SABOREAR el secreto de Dios, es decir amar y tener experiencias de amistad y amor. Estamos creados a imagen de Dios y el evangelio de este domingo nos recuerda que todo amor verdadero, por humilde que sea, contiene en su interior el sabor genuino de Dios.

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