martes, 16 de mayo de 2023

QUEDADA EN GALILEA

 

Domingo de la Ascensión.

Todos hemos vivido la experiencia del encuentro o el reencuentro. Sabemos del componente de alegría que conlleva el recuperar algo que se hallaba perdido. Pero cuando el encuentro es con una o varias personas y no con algo material, podemos afirmar que crece considerablemente el grado de belleza, de ilusión y de felicidad.

En esta reflexión no quiero hacer referencia a encontrar casualmente a personas y cosas, esto forma parte de la sorpresa y algunas veces, para mi manera de pensar, la sorpresa no es plato de gusto. Tampoco quiero centrar este artículo en aquellas circunstancias en las que buscamos, por cielo y tierra, hasta hallar lo que no sabíamos dónde estaba. Aquí me refiero a una auténtica “quedada”, es decir un encuentro acordado en un lugar y hora determinada.

En este Domingo de la Ascensión (ciclo a), se nos ofrece un texto evangélico en el que Jesús sale al encuentro de los discípulos, les envía y les hace una promesa. El Maestro se presentará como “Dios-con-nosotros” y como escenario escogerá Galilea, lugar donde comenzó su misión y un monte, lugar preferencial de la presencia de la divinidad y lugar donde Dios congregó a su pueblo en el Sinaí. Es en este marco donde la experiencia del encuentro con Jesús adquiere tintes de envío y misión.

En el evangelio (Mateo 28,16-20) los discípulos acuden donde han sido citados por Jesús. El encuentro o quedada de los íntimos con Jesús se realizará por iniciativa del Maestro. Es Él, sin redes sociales, el que les convoca en un lugar determinado para un encuentro decisivo. En ese encuentro, en Galilea, se va a constituir el nuevo pueblo de Dios que tendrá la misma misión del Mesías. Estamos ante el gran acontecimiento del nacimiento de la Iglesia.

Sorprende la actitud de los discípulos ante la nueva presencia de Jesús, ya que es una fe entremezclada con la duda: “Al verlo, ellos se postraron, pero algunos dudaron”. Fe y duda, claridad y desconcierto… parece que son compañeros inseparables desde el inicio del camino.

Seguidamente al encuentro, Jesús resucitado, envía a los discípulos: “Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado”. Es una continuación y participación de la misión del Señor, que ahora se extiende a todos los seres humanos, sin excepciones ni barreras. “Hacer discípulos” es la esencia de nuestra existencia cristiana. No es ofrecer un mensaje sino establecer una relación personal con el Maestro que lleva a seguirle. Y para ejercer esta misión Jesús pide bautizar y enseñar como dos condiciones del hacer discípulos.

Concluye el pasaje y el evangelio que nos presenta Mateo con una promesa: «sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos» Es un final en el que el Señor resucitado hace honor a su nombre de “Emmanuel”. Jesús no se ha ido sino que permanece, es una realidad que debemos comunicar como Buena Noticia, ya que desde esta certeza de que el resucitado sigue presente entre nosotros la vida adquiere un nuevo sentido.

La primera lectura (Hechos de los Apóstoles 1,1-11) nos ofrece pistas de actuación. «Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría y hasta el confín de la tierra» Desde el encuentro con Jesús podemos sentir su envío y misión, para la que estamos revestidos con la fuerza de su presencia y de su Espíritu. Nos corresponde ser testigos, bautizar y enseñar pero reconociendo que no somos maestros sino discípulos, porque no enseñamos algo propio sino solamente aquello que Jesús a su vez nos ha mostrado.

Reflexión: Amig@s, no estamos solos, perdidos en medio de la historia, abandonados a nuestras propias fuerzas en nuestros mini-mundos… Él está con nosotros. ¡Cuidado! que es fácil caer en las lamentaciones, desalientos y derrotismos ante momentos difíciles que podemos vivir. No olvides nunca y no dejes de recordar que Él es “Emmanuel” y que, si para las primeras comunidades creyentes, Jesús no era un personaje del pasado, sino alguien vivo que animaba y daba vida, para nosotros, cristianos del siglo XXI, también  lo es y su Espíritu nos llena de esperanza.

Este domingo de la Ascensión es un buen momento para sentirte un discípulo más entre los once, para citarte y reunirte con Jesús, para moverte e ir a encrucijadas, cunetas y caminos buscando al Maestro que sale a tu encuentro. Ascensión es una buena ocasión para tomar conciencia de la misión a la que eres enviado, “hacer discípulos”; este envío no lo sientas como carga y obligación dolorosa sino como liberación, alegría e ilusión. Ascensión es creer en la promesa de Jesús de su permanencia viva en nosotros y sin fecha de caducidad. Por todo lo expresado, te digo, como a los discípulos: “¿qué hacemos aquí plantados mirando al cielo?”

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