martes, 31 de octubre de 2023

DONDE DIJE DIGO, DIGO DIEGO

 

Tiempo Ordinario. Domingo XXXI

La expresión que da título a este artículo es utilizada para rectificar algo que hemos dicho o para desdecirnos de lo expresado. La persona que habla, por muchas razones, se arrepiente de lo que ha dicho, lo corrige, negando lo anterior. Pero también puede utilizarse con una connotación negativa: la persona que rectifica su discurso no admite abiertamente su error o cambio de opinión. Niega que antes haya afirmado una determinada cosa. Y, en este caso, se usa esta frase para criticar a quien ha cambiado sus palabras después de dichas. Si hacemos extensiva esta expresión llegaremos al mundo de las obras y podríamos decir que alguien que no hace lo que dice, por muy correctas y acertadas que sean sus palabras, es un incoherente empedernido, ha dicho “digo” con sus palabras y “diego” con sus obras.

Especialmente significativa es esta expresión de “digos” y “diegos”, cuando quien dice y hace cosas, totalmente distintas, tiene una responsabilidad en un colectivo. No me gustaría que extrapolaras esta frase, con exclusividad, a la “casta política”, sino que la aplicaras “tú a ti y yo a mí”. Es decir, los padres en relación a los hijos, los sacerdotes en relación a su comunidad, los profesores en cuanto referentes de sus alumnos, los empresarios hacia sus obreros, los obispos como cabezas de una diócesis, los agentes de pastoral con  sus responsabilidades…

En este domingo XXXI del Tiempo Ordinario (ciclo a) la Palabra de Dios es un aviso a navegantes porque, sirviéndose de la polémica, desenmascara actitudes y denuncia conductas. Es importante que esta intención de desenmascarar no la refieras únicamente a los escribas y fariseos del tiempo de Jesús, sino que la extiendas al “hoy”, a la comunidad en la que vives la fe y a la sociedad en la que te mueves. Lo que está en juego son dos formas de entender la vida, la religión y el acceso a Dios.

Esta página evangélica (Mateo 23,1-12) nos remite a la propia experiencia de Jesús. Muchas son las ocasiones en las que hemos contemplado al Maestro chocando con las autoridades religiosas de su tiempo, entre los que se encuentran los escribas y fariseos. El evangelio, que la Iglesia nos presenta en este domingo, es la introducción de un largo discurso de condena, que Jesús pronuncia contra los que lideran al pueblo de Israel. (Capítulos 21 y 22)

Podemos dividir este texto en dos partes:

La primera parte de este discurso estaría contenida en los versículos 1 al 7, donde encontramos una dura crítica de Jesús a los responsables religiosos del pueblo. A través de esta crítica el Maestro dice a los discípulos lo que no deben ser. Y lo resume en cuatro vicios: la incoherencia porque “no hacen lo que dicen” (lo importante son las obras no las palabras) La doble moral ya que “lían fardos pesados e insoportables y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar” (no agobies ni culpabilices al otro con el peso de la ley) La hipocresía porque todo lo que realizan es “para que los vea la gente”. Por último, la ostentaciónles gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias por la calle y que la gente los llame maestros”

La segunda parte, (versículos 8 al 12) en contraposición con lo anteriormente expuesto, dibuja el rostro del verdadero discípulo, de toda la Iglesia y de nuestra comunidad, ofreciéndonos tres características. Fraternidad: todos vosotros sois hermanos…”, por lo que debemos considerar al “otro” de la misma talla que nosotros. Servicialidad-Humildad, aunque seas el responsable debes ejercerlo desde el servicio. “El primero entre vosotros será vuestro servidor. El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido” Por último, destaco la Centralidad de Jesús, Él es el único Maestro y Señor, el Mesías, “uno solo es vuestro maestro”

Reflexión: Descubro en este evangelio que hay una dura crítica contra los aires de grandeza, superioridad e incoherencia. Igualmente se nos pone en guardia si, en tu vida y en la mía, aparecieran estos signos y los aceptáramos gustosamente. Incluso tenemos la fórmula y el antídoto para vencer esta tentación mundana: “No hagáis lo que ellos hacen”

El evangelista va más allá de ofrecer una doctrina, las denuncias de Mateo nos sumergen en el plano de la coherencia personal y, por extensión, del grupo y/o comunidad. “Cumplid lo que dicen pero no hagáis lo que hacen”; el acento se pone en los hechos, acciones, obras, gestos que demuestren la coherencia… no en teorías, ni dichos, ni palabrería.

Por último, quisiera que te fijaras que aparece en el texto, en tres ocasiones, la expresión “uno solo es vuestro…” nos manifiesta que lo nuclear de tu discipulado, de la comunidad de fe y de toda la Iglesia es que Jesús es el único Señor. Si esto lo tenemos claro y cristalino como el agua, lo transparentaremos con la vida, si no todo quedará en “dije digo, pero es Diego”. ¡Vaya por Dios!

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