martes, 17 de octubre de 2023

PREGUNTA TRAMPA

 

Tiempo Ordinario. Domingo XXIX

Estoy convencido que, en más de una ocasión, has tenido que responder a una pregunta cuya respuesta, fuera la que fuera, no convencería a tu interlocutor. Son preguntas capciosas que buscan confundirte o engañarte, haciendo que des una respuesta que, por lo general, no estás dispuesto a dar por la carga de error que conlleva o porque sabes positivamente que, digas lo que digas, no va a caer bien.

Se complica más la situación cuando tienes frente a ti una pregunta y dos posturas diferentes y no puedes con tu respuesta agradar ni a unos ni a otros, sino que el perjudicado eres tú mismo.  Igual lo mejor en estos casos es “contestar a la gallega”, es decir, contestando a una pregunta haciendo otra, así te evades y evitas una respuesta directa o definida. Lo que coloquialmente decimos “no mojarse, ni pringarse”

En este domingo XXIX del Tiempo Ordinario (ciclo a) se nos enseña que Jesús no dejaba preguntas sin responder, aunque la pregunta contuviera un alto grado de trampa y la posible respuesta comprometiera su persona y su fama. Herodianos y fariseos (enemigos acérrimos) se sienten señalados por las palabras del Maestro en las tres parábolas anteriores y urden un complot para comprometer a Jesús en una cuestión delicada que tiene al mismo tiempo carácter político y fondo religioso.

En el evangelio (Mateo 22,15-21) encontramos la pregunta: «Dinos, pues, qué opinas: ¿es licito pagar impuesto al César o no?» Puede parecerte una sencilla pregunta sin maldad, pero si Jesús responde que es lícito pagar el tributo se enfrenta a la fe unánime de Israel que no admitía otra soberanía que la de Yahvé y sería tachado de mal judío e impío. Pero si responde que no es lícito pagar el impuesto se sitúa contra el poder político de Roma y puede ser denunciado como agitador.

Jesús responde: «Pues pagadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.» No cae en la trampa, pero tampoco se evade. Puede parecerte una respuesta desconcertante porque sitúa la cuestión a un nivel más profundo. Para Jesús lo importante es que reconozcamos a Dios como el único Señor, pues es en el ser humano donde Dios ha dejado inscrita su imagen.

No pone el Maestro a Dios y al César al mismo nivel. Afirma la primacía de Dios. Y desde aquí desenmascara la hipocresía de sus interlocutores. No cae en la trampa del enfrentamiento con el poder romano, pero tampoco justifica el impuesto.

Devolver a Dios lo que es de Dios supone reconocer que sólo Él es el Señor. Igualmente supone devolverle también el pueblo, la creación y su proyecto de justicia y fraternidad. Si el ser humano es la imagen de Dios, éste es propiedad de Dios. Así queda desautorizada cualquier pretensión, por parte de ningún ser humano, de dominio sobre el pueblo, la tierra y las personas.

No se trata sólo de romper con el dominio político del emperador, es necesario romper con la opresión que viene del apego a los bienes materiales (dinero) y con las posibilidades de explotación que tal actitud encierra. “Devolved al Cesar”, dice el Maestro, y quedad libres de la opresión del dinero; así podréis adorar al Dios verdadero

Reflexión: La controversia que nos ofrece el texto de este domingo, nos descubre, a la vez, que no se puede servir a dos señores. No hay alternativa posible. No se puede jugar con dos barajas. O bien hacemos el juego a la sociedad que en sus manos está el poder político y económico, o bien nos ponemos al servicio de Dios y de su proyecto. Igual es momento de hacer una escala de valores y de prioridades para poder devolver a Dios, el Señor, lo que es suyo.

Jesús separa la figura del César de la de Dios, desmitifica la figura del emperador, porque proclama que éste no es Dios. Si el Maestro proclama la soberanía de Dios, a la vez está proclamando la repulsa a todo tipo de idolatría, también la política, y el “uso y abuso” de Dios para lograr algo que pertenece al mundo del César.

La separación del mundo del cesar y del mundo de Dios no significa enfrentamiento, ni olvido, sino colaboración mutua porque los ciudadanos, a quienes sirven los políticos y la Iglesia, son los mismos. Un fin común que nos une, para que todo lo que realicemos por el ser humano, desde un ámbito u otro, le haga crecer en dignidad e igualdad de derechos y oportunidades.

Amig@ el texto del evangelio te sitúa ante Dios como único Señor. Te pide que reconozcas la imagen que Dios ha dejado inscrita en ti. Al emperador le pertenecerán las monedas del impuesto, que llevan su imagen, pero no el ser humano. No hay hombre ni mujer que pueda someter bajo su dominio a otro ser humano como si fueran  de su propiedad. Por ello, huye de quien quiera manipularte o esclavizarte. Pon tierra de por medio de aquellos que quieran negociar con tu vida y considera que “Dar a Dios lo que es de Dios”  significa reconocer que Dios nos propone una vida distinta.

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