La palabra "evangelio" viene del griego “euaggélion”. Y significa literalmente "buen anuncio", "buena noticia". Decir evangelio era lo mismo que anunciar una nueva era, en la que la paz, el bienestar y la felicidad se iban a imponer, de acuerdo con las creencias de aquel tiempo. Los evangelios se presentan como la “buena noticia" que se le da al mundo, a los pobres y marginados.
En la enseñanza de
San Pablo, el "evangelio" es un término central. Y se refiere a la
"buena noticia" según la cual Dios, por medio de la muerte y la
resurrección de Jesús, ha realizado la salvación del mundo (Rom 1,1ss; 1Cor
15,1ss). Por lo tanto, el evangelio es la fuerza salvadora y liberadora de Dios
puesta en acción en favor de los hombres.
Pero hay una
diferencia fundamental entre el antiguo y el nuevo actuar de Dios: en el
Antiguo Testamento, Dios actúa a través de mediadores (Abrahán, Moisés, los
profetas...); cuando llega la "plenitud de los tiempos", Dios
interviene directamente, porque es el Hijo mismo de Dios el que se hace
presente en miedo de la humanidad.
Por lo tanto, con la
venida de Jesús al mundo, se inaugura una etapa enteramente nueva para la
humanidad. Esta se caracteriza por dos cosas: primero, porque es una etapa de liberación total, segundo, porque en esta etapa actúa
Dios directamente en la persona y en la obra de Jesús. Por eso, Jesús y el evangelio
constituyen el acontecimiento central en la historia de la salvación. De ahí la
importancia de estudiar detenidamente lo que representa el evangelio y su
significación para nosotros.
“Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía: Se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios: Convertíos y creed la Buena Noticia”
No hay comentarios:
Publicar un comentario