jueves, 7 de enero de 2021

SEÑALES

 

Señal es un término que proviene del latín “signalis”. Se trata de un signo, marca o medio que informa, avisa o advierte de algo o de alguien. Este aviso permite dar a conocer una información, realizar una advertencia o constituirse como un recordatorio.

La experiencia nos dice que, en nuestra vida, necesitamos de “señales” para poder distinguir y reconocer a una persona o cosa de las demás. Usamos las señales para lo más sencillo de nuestro vivir, como marcar una página de un libro que nos interesa, o como gesto, mediante el movimiento de alguna de las extremidades del cuerpo, con el objetivo de advertir a otra persona de una determinada circunstancia, o como aviso sonoro de que el teléfono está ocupado o no tiene línea, o como necesidad para jugar al mus, o como seguridad que organiza y regula el tráfico de vehículos… etc Si te detienes a pensar nuestra vida está salpicada de señales.

En el aspecto espiritual también existen señales que nos informan, ayudan o advierten de lo esencial con el propósito de adecuar nuestro interior a lo verdaderamente importante, dejando a un lado lo circunstancial y prescindible que nos desvían de lo verdaderamente autentico y genuino. Las lecturas de hoy, segundo domingo del Tiempo Ordinario (ciclo b) nos hablan de estas señales que encontramos en nuestra vida espiritual.

La primera lectura (Isaías 42,1-4.6-7) se encuadra dentro del primer poema de los “Cantos del Siervo del Señor”. El Siervo, no confundir con esclavo, representa un modo peculiar de proceder del hombre delante Dios. Este “Siervo”, para los cristianos, se convierte en señal simbólica y espiritual de Jesús porque, aparte de ser elegido por el Señor, tiene la misión de traer la salvación a los hombres y de ser “alianza del pueblo y luz de las naciones” Podemos advertir que la descripción de las características del Siervo del Señor, son señales que nos hablan del Maestro de Nazaret.

Igualmente, en el evangelio (Marcos 1,7-11) encontramos que Juan señala al Mesías con estas palabras: «Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.» Este anuncio queda confirmado en el episodio del Bautismo de Jesús, cuya narración evoca pasajes del Antiguo Testamento como el leído en la primera lectura de Isaías 42,1.

Marcos, con la expresión “rasgarse el cielo”, ofrece a su comunidad una señal sobre el Mesías. Se derriba el muro que separaba a Dios de los hombres y el Espíritu desciende sobre Jesús para romper el silencio existente. Queda así acreditado como Mesías. Dios toma la palabra para revelar la identidad de Jesús como su “Hijo Amado”. El Mesías esperado es también el Hijo amado de Dios. El Bautismo de Jesús se convierte en la señal por la que la humanidad cuenta, a través del Hijo, con la presencia salvadora de Dios.

Reflexión: Con la fiesta litúrgica del Bautismo de Jesús, concluye el tiempo de Navidad. Pero no finaliza el tiempo de ser nosotros testigos de la Luz y de la Vida. Todo lo que hemos meditado a lo largo de este tiempo de gracia nos convierte en señales para aquellos que buscan un sentido de felicidad a su vida.

Si los poemas del Siervo del Señor de Isaías son señales sobre Jesús y el bautismo del Señor son señales de un Dios que salva, tú y yo debemos ser señales que acerquen al hombre y la mujer de hoy hasta Aquel que es “Dios con nosotros” (Enmanuel)

Nuestras vidas, con sus palabras y acciones, tienen que ayudar al ser humano a encontrarse con un Dios que abraza, sana y salva. Nuestro bautismo no fue un acontecimiento social sino un compromiso de fe. Hemos sido lavados y recibimos al Espíritu Santo en este sacramento para identificarnos con Cristo, con su misión. Fuimos crismados para continuar siendo “cristos” en el mundo.

En el bautismo cuando fuimos crismados se nos dijo: “Dios todopoderoso, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que os ha liberado del pecado y dado nueva vida por el agua y el Espíritu Santo, os consagre con el crisma de la salvación para que entréis a formar parte de su pueblo y seáis para siempre miembros de Cristo, sacerdote, profeta y rey”

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