miércoles, 4 de diciembre de 2024

CRISTÓFORO Y EL GRITO


2º domingo de Adviento- Solemnidad de la Inmaculada Concepción. 

¡Vaya por Dios! Este año 2024, el 8 de diciembre, día en que se celebra la solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, coincide con el segundo domingo de Adviento. Ante esta circunstancia, me surge la duda sobre qué debemos celebrar en la liturgia. Es decir, que evangelio os comento, el de la Inmaculada Concepción de la Bienaventurada Virgen María, patrona de España (Lucas 1,26-38) o el que está prescrito para el segundo domingo de adviento -ciclo C- (Lucas 3,1-6) Por lo que me he informado en España y sólo España, ya que es la patrona (¡que no es la Virgen del Pilar eh!) se podrá celebrar la solemnidad de la Inmaculada.

¿Y si me tiro el moco y comento los dos evangelios y tú te quedas con el que quieras? Pues, sí. Los dos y tú haces la elección que más te ayude. Empezamos por el de la patrona.

El anuncio del nacimiento de Jesús de Lucas 1,26-38 nos ofrece los datos fundamentales de María: “joven de Nazaret, virgen que estaba comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José” A partir de ahí, se nos describe el acontecimiento, siguiendo el esquema clásico del género literario de las anunciaciones: saludo del enviado de Dios (ángel) extrañeza y turbación de la elegida (María), tranquilidad a la que invita el enviado, mensaje que se comunica, pregunta del elegido/a, en este caso María, nueva explicación del mensaje, seguida de la aceptación de la misión y retirada del enviado de Dios.

Quisiera destacarte, en esta ocasión, el saludo del ángel a la joven María: «¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo» La primera palabra de parte de Dios a la humanidad, cuando el Salvador se acerca al mundo, es una invitación a la alegría. Es lo que escucha María: «Alégrate» La elección de Dios es siempre una gracia, es un don, es algo que nos plenifica. Ella es la favorecida, la agraciada, la llena de gracia. La elección de Dios no destruye ni nuestra libertad ni nuestro autentico ser, más bien, lo lleva a plenitud y lo culmina.

«El Señor está contigo» es una forma usual en el Antiguo Testamento y de Lucas para indicar la elección de Dios que asegura al destinatario una presencia y ayuda permanente de Él, para que lleve a cabo la misión encomendada; misión que, por otro lado, es humanamente imposible realizar sin esa presencia divina. Por ello, en María, no hay temor sino turbación por la magnitud de la misión. La presencia de Dios es portadora de paz y alegría; de ahí la invitación del ángel a la tranquilidad: «No temas, María»

Este saludo es aplicable a cada uno de nosotros puesto que somos elegidos de Dios y llevamos con nosotros a Jesús el Salvador. Todo cristiano es, decían los padres apostólicos, cristóforo, portador de Dios. Por ello, adviento es tiempo de preparación para dejar el corazón libre de embotellamientos mentales y de atascos cardiológicos, con el fin de portar al Mesías, sin miedo, en el interior.

La aparición del bautista en la historia de Lucas 3,1-6, le sitúa junto a Jesús y como el último profeta. Es el grito en el desierto. Es un hombre que no pertenece a ninguna jerarquía, que no posee poder ni dinero, ni autoridad alguna, pero es la voz de Dios que debe escuchar el pueblo.

El bautista es una llamada al cambio, a la renovación de vida, para poder contemplar la salvación de Dios. Escuchar a una persona que grita desde su pobreza, pero desde su convicción, es siempre escuchar una llamada a la conversión. Esta conversión implica para Juan un cambio de vida que queda descrito en Lucas 3,10-14 mediante el tema de la fraternidad, el compartir, la justicia social…

La voz del bautista viene a preparar el camino del Señor, nos habla de allanar, enderezar e igualar. Sólo así podremos ver todos los seres humanos la salvación de Dios. «Allanad sus senderos; los valles serán rellenados, los montes y colinas serán rebajadas; lo torcido será enderezado, lo escabroso será camino llano. Y toda hombre verá la salvación de Dios».

Reflexión: Dios viene en tu presente, en este momento concreto de tu historia, en el hoy. La Palabra de Dios insertada en tu corazón, tiene fuerza para transformar el interior. Todo tu ser se puede involucrar, comprometer e implicar ante un Dios que es grande contigo y te invita a la transformación.

Nada te falta en este camino que emprendes en adviento. Por parte de Dios todo está minuciosamente preparado. Él está a la espera, para Él también es adviento. También es tiempo de esperanza para Dios. Afortunadamente no te mete prisa (sus tiempos y los tuyos no suelen coincidir) respeta tu momento, su espera es propuesta, llamada y mensaje… invitación a ponerte en pie y mirar con ojos nuevos. Detente y contempla, reconoce tu grandeza e imita a María en tu misión de cristóforo y a Juan en su grito nuevo.

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